Translate

sábado, 1 de febrero de 2025

NEUROCIENCIAS 2

 

Pongo en duda los fines de la Neurociencia en sí misma, por la implementación que se está haciendo de sus hallazgos.

Se habla constantemente sobre este tema, pero no todos los que toman la palabra, aunque hayan cursado un máster en neurociencia son neurocientíficos, como parecen ser los ponentes de los webinarios que se nos ofrecen. Creo que podemos escucharlos, simplemente como correa de transmisión que ellos son desde la producción neurocientífica hacia los oyentes, algunos de nosotros, médicos. Y algunos de nosotros, médicos con intención crítica entre los que me incluyo.

La conexión de estos temas con enfoques filosóficos es evidente. Ya que la práctica médica siempre se ha vinculado a la filosofía, en el área de lo neurológico y más aún de lo psíquico, buscar antecedentes filosóficos parece obligado.

En Psicoanálisis, Freud, como Lacan, fueron estudiosos de la filosofía aun cuando no eran filósofos. Influyeron mucho y bien en la forma de ver los temas médicos. Sin embargo, sus conclusiones clínicas no tienen evidencia científica, lo cual tampoco me parece alarmante. Conviene recordar que cuando se sacan conclusiones con recorrido humanista a partir del conocimiento neurocientífico, se hace con método hermenéutico, interpretando, y no con la evidencia científica. Esto mismo es lo que hizo Freud. Por cierto, con mucho talento.

Ahora quiero narrar un caso. Presento a mi paciente MJ, psicóloga de 56 años. Viuda, un hijo independiente, ella está en pareja actualmente con un hombre de su edad. Trabaja en un colegio de niños elaborando informes de los alumnos con problemas de conducta y que pueden requerir tratamiento psiquiátrico.

Viuda, hace tres años, fue medicada con antidepresivos porque desde entonces tiene insomnio, tristeza, desmotivación en su trabajo. Está de baja desde hace un mes y no quiere regresar a sus tareas habituales. Se plantea un cambio de trabajo. Tiene abundantes pensamientos pesimistas sobre el futuro. Por razones administrativas visita a dos psiquiatras. Uno de ellos es impuesto por la mutua profesional y el otro es un psiquiatra privado de su elección.

El psiquiatra A, el de la mutua profesional, le diagnostica trastorno por inadaptación. Sabemos que es dudoso que el diagnóstico de trastorno de personalidad designe una enfermedad propiamente dicha. Y el de inadaptación es un diagnóstico que podría aplicarse a muchos enfermos que son disidentes del sistema, especialmente del sistema sanitario oficial. Con este diagnóstico el facultativo la emplaza a darle el alta y que vuelva al trabajo.

El psiquiatra B es privado y cuenta con el beneplácito de la paciente. Le aplica una batería de pruebas y en base a sus resultados le prescribe: un antidepresivo, un hipnótico y un antipsicótico. El profesional le advierte que el antipsicótico, aripiprazol, le ayudará a reducir la abundancia de pensamientos persistentes, refiriéndose con ello a su producción obsesiva.

Nos hemos acostumbrado a que la prescripción farmacológica psiquiátrica busque su justificación en la evidencia científica lo que conduce a una batería de pruebas, entre ellas un listado de preguntas con sistema de respuestas sugeridas. Esto significa que las respuestas escritas del paciente conducen “objetivamente” al fármaco tal o cual. En este caso la producción ideacional abundante, obsesiva, conduce al fármaco antipsicótico.

Pero esta paciente no es psicótica.

Es interesante recordar y reflexionar acerca de cómo se introducen los nuevos fármacos, concretamente los psicofármacos. Y me mueve a esta reflexión la constatación de que desde la obtención de las fenotiazinas (clorpromazina) en la década de los años 50 se han creado antipsicóticos eficaces, tanto que modificaron la vida de estos enfermos, lo admito. Pero también apunto que en 70 años se produjeron pocas moléculas de este tipo.

¿Cómo es el proceso de obtención de los nuevos psicofármacos?

No queremos describir las fases de la investigación farmacológica sino hurgar en el proceso mismo de la creación del fármaco antes de la investigación.

Se supone que el nuevo fármaco viene a cubrir una necesidad de ciertos pacientes, una necesidad del mercado.

Nuestra paciente ha sido calificada de trastorno de inadaptación y de rasgos obsesivos. ¿Existen fármacos cuyas indicaciones se adapten a estos requerimientos? No, en principio.

¿Cómo se puede crear un fármaco adecuado a esta situación y a otras parecidas?

Lo dejamos aquí de momento.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario