He leído y no sé quién lo expresó, que “El Médico que
debe ser a la vez psicólogo, filósofo y hombre culto, dotado de métodos
refinados, con intuición penetrante para tratar personas individuales, es uno
de los últimos supervivientes del espíritu libre y del individualismo”
Diagnóstico y tratamiento
Diagnosticar no consiste en poner nombre a un
padecimiento, ya lo recordé otras veces. Ni siquiera consiste solamente en
clasificar, agrupar, hacer taxonomía, o sea ordenar, hacer nosografía, aunque
todo esto sea necesario. Diagnosticar es en primer lugar hacer una
identificación individual de este sujeto que tengo delante de mí, de lo que
está en el origen de su padecimiento sabiendo que ello es complejo, intrincado,
reticular.
Por su parte, la terapéutica no puede pretender lograr
que el paciente vuelva a su estado anterior a la enfermedad, aunque si le
preguntasen al interesado nos dirá que es eso lo que desea. Nadie puede
lograrlo por más que se lo proponga porque nadie es el mismo después de pasar
una enfermedad.
De hecho, aunque pueda parecer que "debemos pasar
la enfermedad cuanto antes mejor" como quien necesitara atravesar un río
lleno de peligros, en realidad la enfermedad no cursa dentro de nosotros, sino
que somos nosotros los que vamos cambiando en el tiempo mientras estamos
enfermos. La enfermedad no es un estado en el cual el enfermo estuviera
poseído, aunque nos parezca que nos domina y que no somos los mismos durante su
curso.
Por eso decimos que ya no seremos iguales al finalizar
la enfermedad.
Este asunto acerca del cambio que opera en nosotros
cuando nos enfermamos ¿qué relación tiene con el humanismo médico?
En dos sentidos por lo menos.
El primero se refiere a la consideración del enfermo
como persona por parte del médico. Lo cual supone el respeto al sufrimiento, la
discreción, el esfuerzo para no imponerle al paciente los propios deseos y la
propia ideología. Y la medicina no es ajena a esa realidad que es la vida misma
del enfermo, entendiendo aquí por vida su itinerario personal, su recorrido,
sus valores y hasta sus preferencias.
El segundo sentido es de tanta importancia por lo
menos como el anterior. Se trata del respeto al curso de las cosas, a cómo
ocurren, a cómo deben de ocurrir en su espontaneidad. El respeto a la physis.
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