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domingo, 4 de marzo de 2018

NIÑOS Y ANTIBIÓTICOS. LA INTUICIÓN DE LOS HOMEÓPATAS.

                   ANTIBIÓTICOS, NIÑOS, INMUNIDAD


La Organización Mundial de la Salud informó recientemente que hacia 2050, la resistencia de las bacterias y otros microorganismos patógenos a los antibióticos será el problema sanitario más importante a afrontar por los países. Se conoce la capacidad extraordinaria de estos gérmenes para adaptarse a situaciones adversas. En ese sentido la lucha es desigual ya que los humanos no disponemos de recursos biológicos comparables. Los aportes de la Farmacología en cuanto a nuevos antibióticos han sido limitados comparados con las nuevas moléculas en otras áreas como la quimioterapia del cáncer y los virus, psicofármacos y otros campos.
Cuando no dispongamos de antibióticos eficaces en las infecciones graves estaremos maniatados.

Dos recuerdos míos de estudiante de Medicina en Buenos Aires en los años sesenta:

Mis profesores de Pediatría, una asignatura de la carrera, por cierto tenían ciertas preocupaciones que hoy llamaríamos ecologistas y no eran muy intervencionistas, para su época y teniendo en cuenta sus tratamientos de entonces. Admitían que era normal que un niño antes de cumplir 6 años de edad recibiera no menos de 50 tratamientos con antibióticos. Esto no les parecía bien pero admitían que era inevitable ante las infecciones más frecuentemente respiratorias y ORL, diarreas con la peligrosa complicación de la deshidratación, infecciones urinarias y piodermitis. Esta profusión de antibioterapia se producía en el medio hospitalario y en la consulta privada. En el Hospital de Niños de Buenos Aires se temía la infección hospitalaria tanto que se intentaban también fórmulas heterodoxas. En la Sala dirigida por el doctor Florencio Escardó se había observado que si durante la estancia de los niños en el hospital se permitía a su madre dormir a su lado, cosa que no se había admitido hasta entonces, los niños se infectaba menos. "Amor y proteínas" era la fórmula que Escardó había impreso en su sala. Escardó no era homeópata pero era un gran comunicador y había llevado su visión de avanzada Medicina Psicosomática a la Pediatría.

En Farmacología, otra asignatura de la carrera nos advertían acerca del peligro de disbiosis intestinal por el empleo de antibióticos por vía oral. Esto podía leerse en los mejores tratados de la especialidad. Sin embargo nunca se decía que una consecuencia indeseable del uso de antibióticos fuera la depresión inmunitaria. Muchos lo observábamos en la práctica, casi todos los médicos coincidíamos en que cuanto más abundábamos en su empleo peor estado general tenían los niños, perdían peso, tenían mal color, tardaban mucho en recuperarse y lo que es peor rápidamente tenían recaídas de la infección aguda que había sido el origen de toda esta secuencia. A la disbiosis se la temía por la diarrea y la deshidratación consecuente pero no por la baja inmunitaria.

Desde luego esta no es la situación actual. Ahora se reconoce el papel importantísimo del microbioma intestinal y no sólo intestinal sino de la boca, vagina, piel, en el mantenimiento de un estado inmunitario saludable.
Pero cabe preguntarse ¿Nadie formulaba las observaciones clínicas, nadie advertía sobre hechos tan simples, tan fáciles de visualizar?
Claro que sí. Por ejemplo los médicos homeópatas y los naturistas desde hacía mucho tiempo, desde la introducción de las sulfamidas a comienzos de los años 30. Sin embargo sus opiniones fueron tildadas de dogmáticas, producto de la obcecación y opuestas al desarrollo de la Ciencia. Y a pesar de esa obstinación en expresarlas, aún así tenían razón. Tanto que actualmente nadie los rebate. En algunos casos era un conocimiento intuitivo y en otros simples observaciones empíricas de médicos que no podían callar algo tan evidente.
Y entonces ¿por qué se trataba de acallarlos? Simplemente por un autoritarismo sarcástico y un poco petulante.
Cuando empecé mi práctica en la consulta homeopática aun no siendo pediatra, acudían a mí a menudo madres cuyos niños recibían antibióticos cada tres semanas. Terminaban un tratamiento y una semana más tarde comenzaba otra vez el cuadro "agudo". Al cabo de pocos años me di cuenta de que si conseguía que el niño evitara el contacto con el fármaco se cortaba esa secuencia deletérea para su salud. Y esto era así incluso en aquellos niños a los que no les había dado ningún tratamiento de fondo que es como se llama en Homeopatía a lo que podríamos traducir como tratamiento inmuno estimulante.
Solamente si se lograba que el niño pasara el cuadro agudo con la ayuda de remedios del agudo y se conseguía que se liberara de los antibióticos y esto se producía dos o tres veces, entonces su estado inmunitario mejoraba y se cortaba la secuencia nefasta.


El Doctor Escardó en la consulta con un paciente
Hoy se sabe con cierta certeza el papel de las bacterias intestinales en la inmunidad aportando moléculas imprescindibles al organismo humano huésped, combatiendo la inflamación intestinal, modulando la permeabilidad de la pared intestinal, comunicando información a los linfocitos, las células de mayor protagonismo en la inmunidad. Sabemos que las bacterias forman parte funcional de nuestro organismo y comprobamos que tanto los animales como el hombre en condición de esterilidad biológica es lisa y llanamente un inmunodeprimido.

En 1973 el Doctor Tomás Pablo Paschero publicó su libro "Homeopatía", que resultó ser su único libro hoy disponible. Gran obra que reúne una gran cantidad de trabajos independientes  cada uno de los cuales aporta una enseñanza apreciable. Más allá de la coincidencia o del disentimiento con su ideario general. 
El libro del Doctor Paschero disponible en Google
Doctor Florencio Escardó
Pues bien, su Introducción la escribió el Dr Escardó a modo de presentación del Doctor Paschero como médico y como intelectual. La medicina humanista reconocía en sus palabras los méritos innegables de un homeópata. Dice Escardó: "En 1954 llamé a Paschero arquetipo de médico, no fue profecía sino diagnóstico".

Escardó había comprobado muchas veces el éxito de los tratamientos de Paschero con sus tratamientos de remedio único, el similimum y no le costaba nada reconocer lo que había visto.

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