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viernes, 29 de diciembre de 2017

PARA UNA MEJOR COMPRENSIÓN DE LOS POLICRESTOS HOMEOPÁTICOS


Para entender los "remedios persona"


Muchos de los síntomas, sobretodo los psíquicos y los generales provienen del tipo sensible y de las observaciones terapéuticas y no de las patogenesias. Dicho de otro modo se encuentran en la materia médica clínica y no en la materia médica pura.

En la materia médica clínica la descripción de cada remedio es producto entonces de la labor médica con muchos enfermos a lo largo de mucho tiempo y con numerosos observadores fiables que son generalmente los médicos homeópatas.
Así es como cada remedio tiene gran cantidad de síntomas y características individuales que surgen de una deliberada fusión; por eso es virtualmente imposible observar en la práctica semejante variedad en el paciente que tenemos delante de nosotros. 
Debemos considerar la descripción del remedio como una idealización, a menudo contradictoria. Así por ejemplo, en tanto hay un medicamento sulphur, hay por otra parte muchos enfermos diferentes que pueden tratarse con sulphur.

 El simple enunciado de un síntoma no es suficientemente aclaratorio del significado de ese síntoma en un enfermo concreto. Pueden darse muchos ejemplos de diferentes formas de: actitud seductora, celos, irritabilidad, autoritarismo, aislamiento, timidez, etcétera, que representan cada uno de ellos una realidad completamente distinta  según de qué persona se trate. De allí surge la necesidad de la modalización.
También hay que tener en cuenta que los celos o la falta de confianza en sí mismo no son iguales en cada remedio, en pulsatilla, en silicea o en lycopodium, en cada uno de ellos el síntoma es una parte de un todo diferente y se expresa de una forma distinta que es necesario detectar.
Teniendo en cuenta que la descripción de un medicamento es una fusión y además una generalización, se impone establecer aquellos elementos mínimos e indispensables que definen el núcleo esencial de estos remedios policrestos con relieves tan peculiares y característicos.
En este artículo me propongo discurrir acerca de ese propósito con algunos de estos remedios.

Por otra parte está la realidad del enfermo que se encuentra frente a nosotros. Esto requiere otro enfoque porque este ser humano es único, no es resultado de fusiones o de idealizaciones, tiene sus propias características como persona, como enfermo, como individualidad.

Si nosotros partimos de la base doctrinaria (digo doctrinaria porque así fue expresada por los clásicos que hicieron doctrina) de que la Naturaleza genera sustancias en esencia semejantes  a individuos sanos y enfermos y esas sustancias curan al individuo correspondiente, entonces la tarea del médico homeópata sería más o menos difícil pero relativamente simple: se trataría de dar con el remedio adecuado y la labor estaría cumplida.
Pero la realidad de la práctica diaria y la necesidad de justificar debidamente todo lo que se afirma nos obligan a discutir esto un poco más.

Aceptar lo anterior supone que habría una esencia en el remedio por un lado y una esencia en el individuo que queremos tratar y curar, por otro; una correspondencia entre ambas esencias aseguraría supuestamente el éxito terapéutico. Esta correspondencia de las esencias es defendida por autores tan diversos como los seguidores del Kent más radical y también por complejistas  que siguen a Paracelso.

En varias publicaciones he expresado mi negativa a aceptar el supuesto de las esencias en una disciplina científica; pienso que los esencialismos son invenciones creadas para demostrar lo que más conviene al que argumenta. Demás está decir que ello está en oposición al pensamiento científico más riguroso y ningún experimentador neutral aceptaría tomar la esencia como premisa válida.
Las esencias son premisas de los campos de la religión y la filosofía pero no de la medicina moderna, aunque sabemos que lo fueron en el pasado.
Sin embargo sí hay que aceptar que en el perfil del remedio (pero no en el del individuo) hay rasgos esenciales ya que el remedio proviene como decía antes de una fusión-generalización, una idealización de las observaciones hechas en muchos individuos.
Pero la presencia de esencias en las personas  es un supuesto no aceptable para una medicina con propósito científico.

En la Antigüedad  los presocráticos se separaron en esencialistas o idealistas como Parménides y Pitágoras y por otro lado los no- esencialistas que como Heráclito pensaron que "lo único permanente es el cambio", negando así la sustancia esencial. La tendencia a pensar que hay una esencia en el hombre proviene seguramente de la afirmación de la individualidad yoica, como incambiable y en última instancia no mortal. Pero aceptar el esencialismo le quita la posibilidad de cambio a un ego que visto así es siempre idéntico a sí mismo.

En general las filosofías idealistas, que se expresan en la biología como vitalistas defienden una concepción que da por supuestas  las esencias; la homeopatía clásica se enmarca entre ellas. Pero esto proviene no sólo de los orígenes de la homeopatía, sus precedentes en la alquimia y el pensamiento iniciático sino del hecho de que esta forma de pensar fue muy extendida y hasta mayoritaria hasta el siglo XIX en toda la humanidad.
Desde entonces las ciencias en general no toman partido en esta discusión pero operan como si no hubiera esencia alguna.

Aun así lo que nos interesa no es tanto si la esencia tiene entidad o no sino qué es lo que determina una concepción u otra. Es decir si existen o no las determinaciones, las fuerzas que llevan a cada individuo a seguir un recorrido más allá de sus decisiones.

En el siglo XX se ha avanzado en este asunto. El pensamiento fue derivando hacia la aceptación de que la libertad del hombre se encuentra restringida, él no hace exactamente lo que quiere aunque su percepción lo lleve a creer en esa dirección. Esos condicionantes son verdaderas determinaciones que pueden tomar la forma de inconscientes, en la lectura psicoanalítica; estructuras supraindividuales en la visión estructuralista. Coincide con la posición de la biología que valora con fuerza creciente al factor genético. 

Curiosamente las antiguas cosmovisiones orientales habían hablado del karma, señalando así a la carga que cada individuo portaba desde sus antepasados, llevándolo al plano moral; se trataba de otro condicionante, quizá el verdaderamente insuperable.

NUCLEO PSICODINAMICO DE LOS POLICRESTOS

Si los policrestos tratan de aprenderse como imágenes estáticas, como contemplando una fotografía tendremos en nuestra memoria un concepto más o menos claro o difuso de un personaje lleno de contradicciones que nos obliga a un trabajo de memorización arduo que no siempre se acompaña del éxito final con el paciente.

Algunos autores han planteado las cosas de modo que tengamos en cuenta que la forma de ser de los policrestos constituye a la vez una individualidad y una enfermedad. Así, habría la enfermedad sulphur, la enfermedad lycopodium, pulsatilla, etc.
Pero esto no es así, no hay una entidad nosológica sulphur, lycopodium, pulsatilla. 
Si consideramos la estructura de carácter de los individuos como formas de resolver el reto vital entonces las cosas quedan más claras.

Pero a qué reto nos estamos refiriendo? El hecho de vivir genera en sí mismo un conflicto derivado de la relación con el mundo exterior, los demás individuos, las cosas, la naturaleza; el proceso de individuación  mismo (hacerse individuo, diferenciarse) enfrenta al humano con el problema de la separación del resto.

Este conflicto se aborda de muchas maneras pero cada individuo irá haciendo suya una manera, la propia. De lo cual se deriva la caracterología de cada quién. Esto queda reflejado en los policrestos que son, más que los otros remedios, verdaderas formas reaccionales en lo psíquico y en lo físico.
Entonces podemos decir que sentirse abandonado y ser demandante de amor es el modo pulsatilla de encarar el problema vital. Ese modo no es perfecto, nunca lo es y por eso no evita el sufrimiento, la tristeza, la pena. Este conjunto de sentimientos, deseos, conductas, es la adaptación que cada uno hace ante el hecho mismo de vivir, ser individuo, tener autonomía vital.

Como acabamos de ver, esta forma de cada uno nunca es perfecta, tiene como consecuencia el padecimiento del sujeto y también de los que lo rodean. Pero aún así se llega a un cierto equilibrio y se consigue una cierta eficacia. Cuando no es así es el cuerpo el que, como segundo paso se expresa con síntomas, al principio funcionales y posteriormente lesionales, lo que muestra que se comprometen los mecanismos más íntimos de regulación: homeostasis, inmunidad, metabolismo, equilibrio hormonal, alteraciones celulares y más adelante se rompen los mecanismos más sofisticados: autoagresión, cambios en la coagulabilidad de la sangre, activación de oncogenes, alteración de la  expresión y la actividad de los neurotransmisores, desequilibrio multifuncional, la locura, y muchos otros procesos.

Entonces podemos comprobar que al cabo de este trayecto nuestro remedio-persona presenta los síntomas más alarmantes y catastróficos, desintegradores de la personalidad y del soma.
Esta es en síntesis la evolución simulada de la aventura vital de un policresto-persona.

Cuando leemos en la materia médica clínica y en el repertorio el conjunto de síntomas en cada remedio, la cantidad y variedad es apabullante y puede despistarnos y hasta confundirnos; esto es muy evidente en el área de los síntomas psíquicos.

Por eso se impone distinguir lo más claramente que podamos en ese conjunto:

a) los elementos del núcleo dinámico que forman la verdadera identidad del remedio.
b) los  síntomas acompañantes pero de gran valor identificativo. No son el núcleo pero provienen de él y se expresan en tanto el individuo se relaciona con la realidad, con los otros, con la aceptación o el rechazo,  con la frustración, etc.
c) los síntomas evolutivos del deterioro vital, de menos valor individualizador ya que casi todos los remedios conducen a unos síntomas que pueden ser comunes. 


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